En el marco de la implementación del Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados, Chile Cuida, la ministra de la Mujer y Equidad de Género, Antonia Orellana, presentó los resultados de un estudio cualitativo sobre las experiencias de mujeres que realizan trabajo de cuidados no remunerados a personas con discapacidad o dependencia severa.
A partir de esta investigación se identificaron diversas necesidades de las cuidadoras que están estrechamente relacionadas con su rol, tales como la falta de reconocimiento sobre su trabajo, la escasez de relevo para la realización de tareas del día a día, la ausencia proyecto de vida personal y la urgencia de capacitación adecuada.
Además, en la investigación, se relevaron algunos de los efectos que ellas manifiestan en su salud física y mental, así como también temáticas relativas al aislamiento social derivado de la falta de tiempo para relacionarse con otras personas, como amigos y vecinos.
El impacto de las tareas de cuidado en la autonomía física y económica
De acuerdo con los resultados de este estudio, la experiencia de cuidar es una experiencia de vida. En promedio, las mujeres que participaron del estudio han cuidado de personas con discapacidad severa (PcDDS) por 10,2 años y hay un número significativo de mujeres que comenzaron a cuidar desde la infancia (a partir de los 10 años, aproximadamente), a sus hermanos, a sus padres -incluso- o a sus abuelos.
En algunos casos, ellas se han hecho cargo, de manera sucesiva o combinada, del cuidado de hermanas, hijos, nietos y esposos, desarrollando una trayectoria de vida totalmente abocada al cuidado de otras personas. Así, su vida completa ha estado supeditada al trabajo de cuidados no remunerados de PcDDS, y la vida personal no logra hacerse un lugar diferenciado y diferenciable.
El trabajo de cuidados asumido en edades tempranas afecta la continuidad de estudios técnico-superiores y con ello las posibilidades de empleabilidad futura en condiciones laborales que permitan una buena calidad de vida. Asimismo, largos períodos fuera del mundo laboral implican pérdida de competencias y de trayectorias demostrables para reinsertarse.
Las conclusiones de esta investigación subrayan cómo el rol del cuidado afecta las rutinas diarias y la distribución del tiempo entre las mujeres que lo desempeñan. Así, las entrevistadas declaran que dedican 11.3 horas diarias a estas labores, contrastando con las 1.8 horas que sus familiares destinan a este trabajo en la semana. En tanto, el fin de semana, ese número asciende apenas a las 2.5 horas; evidenciando la falta de relevo y la ausencia de corresponsabilidad en los cuidados.
Esta sobrecarga de trabajo no solo impacta en la cantidad de tiempo disponible para actividades personales y de ocio, sino también en la posibilidad de las cuidadoras para mejorar su calidad de vida. Mientras que las mujeres en general – de acuerdo a la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT)- dedican 5,9 horas diarias a aficiones, deportes y vida social; las entrevistadas en este estudio afirman que pueden asignar solo 3,2 horas a estas acciones, incluyendo a aquellas relacionadas con su cuidado personal, como ducharse y comer.
A eso, se suma el aislamiento social provocado por el escaso y esporádico contacto que tienen con sus vecinas y vecinos, lo que agudiza la falta de redes de apoyo para los cuidados.
“Uno de los aspectos más dolorosos que evidencia este estudio es ver cómo quienes iniciaron sus trayectorias de cuidado a edades tan tempranas como los 10 años, no tienen proyectos de vida propios, no han tenido ni la posibilidad de soñar con un proyecto de vida propio. En ese sentido, este estudio es muy importante porque nos permite identificar dónde están los vacíos y direccionar la política pública para llenarlos y mirar no solo el periodo del cuidado, sino también mirar qué es lo que pasa cuando se deja de cuidar, si no hubo posibilidad de tener un proyecto, cómo se recupera esa posibilidad”, comentó la ministra Orellana.
SALUD MENTAL Y FÍSICA
El trabajo de cuidados también incide en su salud de manera significativa. En ese sentido, del total de cuidadoras entrevistadas, el 33.3% reconoce enfrentar problemas de salud física, mientras que el 70.8% declara tener dificultades de salud mental. Así, se visualiza que ambas dimensiones empeoran considerablemente en comparación al estado de salud previo al inicio de los cuidados. Además, muchas mujeres sostienen haber asumido estas responsabilidades mientras atravesaban condiciones psicológicas complejas, exacerbando aún más dichas situaciones.
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