El 16 del presente mes, en el Hospital de Punta Arenas, la “abuela” yagán Cristina Calderón de 93 años, emprendió su viaje de trascendencia al encuentro con el gran y buen padre Watauinewa (el eterno, el invariable). Afectada por complicaciones del Covid-19, fue a reunirse con su familia, entre ellos, sus padres Carmen y Juan, su abuelo Alapansh, gran navegante y contador de leyendas, y su querida hermana mayor Úrsula (1923-2003), con quien compartió tantas luchas por el reconocimiento de su pueblo, cultura y lengua.
Han cambiado los tiempos y para mejor; desde los años 1990-91, cuando la conocimos con motivo de crear un Jardín Infantil (familiar) de JUNJI para facilitar que no se perdiera su cultura y lengua en las nuevas generaciones de párvulos y en el conocimiento y respeto de los hijos/as de los demás habitantes de Puerto Williams, el trato hacia el pueblo yagán y a las “hermanas Calderón” no era tan afectuoso ni respetuoso como se ha visto ahora ante su deceso.
En efecto, tanto desde el gobierno actual, del presidente electo, de autoridades regionales y locales y de instituciones de todo tipo, se ha expresado lo lamentable de su partida y reconocido su valor y aportes por la riqueza humana y cultural que ella representaba. Se decretó incluso tres días de duelo oficial por ella en la comuna de Cabo de Hornos, homenaje que pensamos que muy pocas personas indígenas han recibido en Chile.
Hoy, su hija menor Lidia González Calderón, es una de las constituyentes que lleva la voz de este pueblo en la elaboración de la nueva Constitución. ¡Qué contenta debe haber estado Cristina por ello! Lidia fue la primera educadora comunitaria que se desempeñó en el Jardín Familiar de Ukika, y tuvo además el rol de recoger muchos de los saberes y haceres de las hermanas Calderón para ser parte de la propuesta educativa que se desarrolló para los niños y niñas.
Este Centro infantil, fue inaugurado el 1ero de agosto de 1991 por el entonces ministro de Educación, Ricardo Lagos, en un lugar transitorio facilitado por los bomberos y la Junta de Vecinos, mientras se iniciaban los primeros planes para contar con un establecimiento propio, lo que sucedió posteriormente.
En él, desde los inicios, cuando se empezó a reunir a los posibles niños y niñas que podrían asistir y se trabajó con ellos al aire libre sobre troncos a la orilla del canal Beagle, estaban las hermanas Calderón hablando y acompañándolos en sus actividades, entre ellos, sus nietos Carolina y Nelson, hijos de Lidia.
No fue fácil la creación de este Jardín Familiar; se inició este programa antes que se promulgara la Ley Indígena (5/10/93), junto con el de Puerto Edén para la comunidad kawashkar en Magallanes. Se solicitó apoyo financiero a UNICEF, y junto a dos tesistas de la Licenciatura de educación parvularia de la UMAG, Tatiana Sánchez y Sonia Uyevic, se trabajó en todos los aspectos técnicos que implicaba ponerlo a funcionar, incluyendo la formación educativa de Lidia. Junji regional asumió todos los aspectos administrativos que incluían desde el dificil traslado de mobiliario y materiales, hasta la alimentación en barcos o avión.
Una vez que estuvo funcionando, Cristina asistía frecuentemente y enseñaba su lengua y costumbres a los 16 niños y niñas quienes empezaron a hablar sus primeras palabras y frases yaganas, lengua en extinción. Los otros padres: pescadores, marinos, comerciantes, etc., encontraban que era importante que sus hijos supieran quienes eran esas personas que los niños veían todos los días, y las valoraran, por lo que no tenían ningún problema que hablaran yagán y aprendieran sus juegos y costumbres, además de otros aprendizajes.
Hoy Cristina ya no está, pero sin dudas su comunidad y su familia, continuarán con su labor; de hecho, una de sus nietas Cristina Zárraga, recogió la biografía de su abuela, que está plasmada en el libro “Cristina Calderón. Memorias de mi abuela Yagan" (2016). En él sintetiza lo que era Cristina en ese momento aún con su presencia y lengua.
Expresa: “Experiencias y conocimientos hoy sólo sostenidas en su memoria, su voz y su existencia. Tan simple y tan profundo a la vez, para quienes pueden mirar con los ojos del corazón. Con sencillez y profundidad la voz de mi abuela se expresa, cuenta, transmite sabiduría, desde lo íntimo y con humildad." (C. Zárraga, anteportada, 2016).
Recojo algunos de estos conceptos que pienso que la representan: sencillez y profundidad; sabiduría y humildad. Navega Cristina a tu Padre; tu llevabas el timón de tu canoa de saberes y haceres, que lo tomarán hoy tus descendientes; quizás no igual, ya que éstos son otros tiempos, pero Chile ahora sabe de la existencia de tu pueblo, avanzando de lo que sucedía cuando yo te conocí, en gran parte, por tu obra.
Descansa en paz; mucho hiciste por destacar un pueblo que respeta la naturaleza, que creía en un Dios único, que desarrolló un lenguaje lleno de adjetivos para describir mejor su medio, que estimulaba sus niños/as desde que nacían; que tenían un conjunto de valores, como el respeto a los ancianos o el no tener más bienes que los básicos que se necesitan. Todos estos y otros contenidos deberíamos recogerlos para nuestra educación tan debilitada ya que nos harían mejores chilenos y chilenas: sencillos y profundos, con sabiduría y humildad, como tú eras.