Cuando el director de cine italiano Paolo Sorrentino recibió el Premio Oscar a la Mejor Película Extranjera por La Gran Belleza en el 2013, dedicó el discurso de agradecimiento a sus tres grandes inspiraciones. “Martin Scorsese, Talking Heads y Diego Armando Maradona”, dijo con voz firme antes de recibir una ovación y bajar del escenario con la estatuilla en la mano.
En su siguiente película, La Juventud, Sorrentino agregó un personaje que es una exestrella del fútbol, gordo, muy gordo, sudamericano, con tupida barba, adicto, un personaje que pese a no usar su nombre se parecía demasiado a Maradona.
Esta semana se estrenó en Netflix su última obra, Fue la Mano de Dios. La referencia de Sorrentino a su ídolo deportivo es evidente. El filme comienza citando una frase de Maradona y trata sobre un joven napolitano ochentero, hincha fanático del Nápoli, que sueña con ser director de cine y que enloquece con la llegada de Maradona al cuadro sueño.
Sorrentino cuenta su historia más personal y usa al fútbol como eje dramático. ¿Es una película sobre fútbol? Para nada, pero lanza el ancla en la biografía de los personajes para detenerse en el convulsionado año que cambia la vida de todos y todas. Y ahí Maradona, sin saberlo, cumple un rol central.
El fútbol, como las pasiones, marca el eje de nuestras vidas. Allí alojamos datos, formaciones, fechas que jamás podremos olvidar y que aparentemente no sirven para nada. No podemos memorizar tareas del colegio o la universidad, pero la formación de nuestro equipo el día de un partido inolvidable la rezaremos con la devoción de un credo que no tiene ángeles ni demonios.
El primer día en el estadio, el primer mundial, la derrota más dolorosa, el triunfo inolvidable, el ídolo de niño, los compañeros de galería, el viaje a jugar como visita, todo lo reforzamos alrededor de una pelota.
En una Italia que celebra los goles de un argentino, la película contiene una escena que empalma con las exageraciones propias de los fanáticos: cuando Maradona anota un gol tramposo no sólo gana un partido, provoca una revolución. Y si crees mucho en el Diego, te puede salvar la vida.
¿Por qué nos gusta lo que nos gusta? Porque es nuestra biografía la que entra a la cancha. Y cuando eso sucede, no hay chance de derrota.