Este sábado 20 de agosto termina el plazo que tiene la abogada María Elena Santibáñez para entregar su informe con el resultado de la investigación previa respecto a las acusaciones por "hechos de connotación sexual" contra el cura jesuita Felipe Berríos.
Respecto a este caso, fue el 29 de abril de este año que una mujer adulta denunció ante la Compañía de Jesús haber sido víctima del sacerdote cuando esta era menor de edad. Así, la orden religiosa encargó el 2 de mayo a la abogada que estableciera la verosimilitud de la denuncia para enviar los antecedentes al Vaticano.
A fines del mes de mayo, y en medio de la conmoción pública provocada por el caso, Berríos se "autodenunció" ante la Fiscalía, asegurando ser inocente y diciendo que esta acción en la justicia ordinaria apuntaba a poder defenderse "de la forma más transparente posible".
En tanto, la Fundación para la Confianza, que ofrece orientación psicológica y jurídica a víctimas de abuso sexual infantil, recibió nuevas acusaciones que se suman a la primera, por lo que el abogado Juan Pablo Hermosilla señaló a mediados de junio a radio Cooperativa que éstas "van desde acciones muy inapropiadas, extraordinariamente inapropiadas y dañinas con jóvenes menores de edad, a conductas en que hay delito. Y entremedio, hay un espectro de cosas".
Según publicó el medio Ex-Ante el viernes, la defensora Santibáñez recogió testimonios de "al menos otras dos mujeres" que afirman ser víctimas de Berríos, y que no han declarado en Fiscalía "por temor a verse expuestas".
Según indicó La Tercera, la primera denunciante tiene hoy 32 años, es profesional y afirma que logró "desbloquear" episodios de abuso ocurridos en su infancia mediante terapias psicológicas.
"Felipe se volvió muy cercano a toda mi familia, convirtiéndose en el confesor y guía espiritual de mis abuelos, mi mamá y otra tía, quienes lo consideran un gran amigo", cuenta en la denuncia.
El testimonio de la denuncia continúa y agrega que "Felipe comenzó a hacerme cariño en la rodilla mientras la conversación derivó en mi inconformidad con mi cuerpo, en lo insegura que me sentía frente al mismo".
"En un momento me pidió que me pusiera de pie. Él siguió sentado en su silla y empezó a realizar tocaciones con sus dos manos en mis brazos, abdomen, muslos y glúteos, en virtud de su posición de poder y la vulnerabilidad en la que yo me encontraba. Me hizo darme vuelta mientras seguía pasando sus manos y diciéndome: 'Pero si estás súper bien'. Luego me dio una palmada en los glúteos y me volví a sentar. Al final del encuentro, el denunciado me absolvió de mis pecados, como se hace en una confesión católica", expone.
La denunciante relata también que en mayo de 2021 comenzó una terapia sicológica "más intensa" que la de la década previa, y en medio de ésta recordó hechos graves de abuso ocurridos cuando era niña, en la sacristía del Colegio San Ignacio El Bosque.
"Comienzo a sentir como su tuviera su vello púbico en mi cara (...) veo imágenes de sus piernas desnudas, me veo sentada al lado de él, sobre una cama o sillón, yo chica, a los siete u ocho años", denuncia.
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