Tras la polvareda de la celebración y el desconcierto de la derrota de las dos opciones envueltas en el pasado plebiscito constitucional de salida, el escenario quedó expuesto para todo tipo de examinaciones y análisis.
Los más raudos, ya los conocemos; otros están por venir y, considerando la magnitud del proceso y su importancia en la vida nacional, este referéndum ratificatorio (o reprobatorio, como lo fue finalmente) ocupará la atención del escrutinio social y político desde distintas miradas y por un buen tiempo. Los próximos párrafos se sitúan en ese caudal, en formato de cinco apuntes que abordan el proceso y el resultado desde la comunicación política, con particular atención en las causas de la reprobación.
Apunte 1. Ser y parecer. Una de las estrategias que puso en juego el movimiento estudiantil de 2011 fue comprender el sistema de medios como un adversario. Dicho movimiento, desde sus liderazgos, entendió que a) no por eso debían restarse de aparecer allí cuando precisamente querían instalar sus temas, y b) que debían hacerlo de una manera en que se posicionaran con un perfil que expresara capacidad, liderazgo, responsabilidad, y unas estéticas y formas que no fueran presa fácil de estigmatización. Dicho movimiento pudo instalar sus temas, desarticular narrativas hegemónicas y articular una alternativa – educación gratuita, pública y de calidad – junto con instalarse ellos y ellas como sujetos políticos válidos y respetables.
A la luz de lo observado en el proceso constituyente, las y los constituyentes, especialmente me refiero a quienes estaban por la opción de aprobar la constitución, carecieron de una estrategia que les permitiera unificar un contenido y una estética que – en el contexto medial chileno, con su potente capacidad de construir la realidad – escenificara un cuerpo de personas confiables, serias, respetables y respetuosas, a la altura del desafío y con la capacidad de explicar en simple y en complejo cuán beneficiosa era la propuesta de Constitución.
Con lo anterior quiero enfatizar que si bien muchas de esas cualidades estuvieron, también estuvo lo contrario. Y, en el contexto mediático chileno, ese contrario iba a ser majaderamente notado y tomado para quien quisiera minar el proceso, no tanto a través de sus contenidos sino a partir de las formas, como veremos en el siguiente apunte.
Apunte 2. El escándalo y la polémica. Desde inicios de los años 2000, los medios en Chile iniciaron un proceso de farandulización. Lo anterior, a pesar del tono de seriedad que pretenden tener ciertos segmentos noticiosos, no está alejado de la práctica periodística que vemos a diario. Yo escucho mañana, tarde y noche, la radio. Y en esa escucha fui percibiendo cómo la cobertura noticiosa de la Convención Constitucional, de más de un medio radial, se enfocó en aquello ligado a las polémicas de sus miembros, de su instalación, de los símbolos, de las vestimentas, de los dimes y diretes, de cuánto subía o bajaba en las encuestas, pero muy poco en los contenidos y en lo que se estaba discutiendo.
Cuando me pasé a la televisión, esta percepción creció. ¿Le ocurrió a usted algo parecido? ¿Sí? ¿No? Hagamos un ejercicio. Cree usted que en los días de la Convención, y a partir de lo informado por los medios, la gente sabía más de a) cómo se comparaba el acceso a derechos básicos en Chile respecto de países como España, Reino Unido y Argentina; b) cuáles eran las posiciones respecto a vivienda que se contraponían en la convención, c) cómo habían ido disfrazadas ciertas convencionales al ex Congreso Nacional, d) los pormenores del supuesto cáncer del ex convencional Rojas Vade.
La práctica periodística en Chile, por ideología y por las condiciones propias del sector (la búsqueda del click rápido, la inexistencia de medios públicos, entre otros) desarrolló una cobertura de la Constituyente tal como lo hubiera hecho un programa de farándula. Y eso tiene consecuencias. Una de ellas es instalar en la agenda dichos temas, enmarcar lo ocurrido en la Constituyente desde una óptica obstinada en las formas y, por repetición, transformarlo en algo central del proceso de construcción constitucional, que – evidentemente – va a tomar un halo de poca seriedad, de improvisación, y de arruinar una oportunidad de construir una nueva constitución, creíble y que brinde certezas para Chile.
Apunte 3. Las campañas no se inician de cero. La encuesta Pulso Ciudadano correspondiente a la segunda quincena de junio, poco antes del inicio oficial de la campaña (6 de julio) reflejaba 20 puntos de diferencia entre las opciones Apruebo y Rechazo. La diferencia que emanó de la votación popular el 4 de septiembre fue de poco más de 23 puntos. Es decir, el período de campaña sirvió poco a la hora de cambiar posiciones porque, como bien dice la Escuela de Palo Alto, todo comunica y el grueso de los sentidos profundos de la comunicación ya había sido entregado antes de que se pegara el primer cartel oficial en la calle.
Apunte 4. El desmentido es necesario, pero su funcionamiento es acotado. La aparición del fact checking en la escena nacional ha sido, y con justa razón, aplaudido. Pero dicho ejercicio es muy acotado y opera después que una información falsa o un rumor ya ha hecho lo suyo. El problema es que, como en una ocasión me dijo un ex dirigente estudiantil, “si se esparce un rumor sobre mí, no tengo control sobre eso y le va a llegar a un millón de personas. Si una semana después se logra desmentir, ya la historia va a haber pasado y con suerte le va a llegar a 100 personas”.
En otras palabras, ya la historia no va a ser interesante y, sobre todo, esa información ya habrá reforzado una percepción que tenían las personas de la audiencia. Y aquí la idea de la exposición selectiva cobra valor. ¿Qué dice dicha idea? Que nos exponemos a aquello que tiende a ratificar nuestras creencias y certidumbres. Y esto ocurre con los viejos medios y, aún más, con las redes sociales, donde se reduce la diversidad y nos encasillamos en círculos de personas que piensan igual o muy parecido a uno, y que se alimentan de información ratificatoria. Por ende, a pesar de su valor, el fact checking fue una defensa muy escueta ante el permanente flujo de desinformación que, como indican diversos reportes e investigaciones, ejecutó con ahínco el bando de la opción Rechazo.
Apunte 5 y final. Lo comunicacional excede lo mediático y la dimensión tiempo es clave. La Convención Constituyente y quienes estuvieron por la opción Apruebo, en particular, debieron contemplar un mejor diseño comunicacional, no sólo en lo mediático, sino también en lo ciudadano. Ya me he extendido harto sobre lo mediático. Sobre lo ciudadano: este proceso echó de menos una mayor vinculación directa con las personas a la hora de informar lo que estaba haciendo, resolviendo dudas y conversando; y debió haber diseñado un programa de vinculación comunicante que le permitiera a la gente acceder al texto, leerlo y comprenderlo con mayor tiempo, con la posibilidad de resolver dudas ante agentes válidos propios de la Convención.
Esto, además, habría permitido comprender cuáles afirmaciones que se estimaban falsas estaban conectando con el sentido común ciudadano, y por qué. Es decir, una brújula impagable para futuras conversaciones.
Por cierto, alguien dirá que es más fácil plantear todo esto una vez terminado el proceso Constituyente. Y tendrá razón. No podemos sino habitar nuestros presentes. Pero dado que eso es así, y desde este incierto hoy, creo que bien vale la pena considerar estos apuntes para una futura ocasión en el caso de que tengamos una nueva Convención Constitucional.