En esta triple fecha eliminatoria Chile consiguió un punto de nueve posibles y anotó un gol en 270 minutos. Matemáticamente la Roja está muy lejos de pelear una plaza para el repechaje, pero futbolísticamente esa distancia parece aún más abrumadora. Cada triple fecha parece ser la última chance. Chile aplaza un destino inexorable que se aleja de las posibilidades de clasificación.
Podemos detenernos en el partido contra Colombia y seguramente llegaremos a consensos similares. El primer tiempo fue un baile de esos que se recuerdan como una pesadilla infame. Nos hicieron dos goles y pudieron ser un par más. El refresco del segundo tiempo, con el ingreso de un magnífico Charles Aránguiz generaba un atisbo de recuperación. Chile se acercó, anotó un descuento, inquietó a Colombia, pero el tercer gol del equipo de Rueda cerró el partido en favor de los cafetaleros.
Martín Lasarte es un técnico conservador. Escuela uruguaya de viejo cuño. Es su característica. La memoria es frágil pero cuando se despidió a Reinaldo Rueda se pensó en nombres como Matías Almeyda, Gabriel Heinze y otros que no se asemejan en nada a Lasarte. No había demasiada claridad respecto a lo que se pretendía. Se contrató a un gerente deportivo español con experiencia en clubes europeos cuyo rol parece difuso o al menos incomprensible. Y se trajo a un conocedor del medio local como Martín Lasarte cuando los candidatos se cayeron uno a uno.
Chile aún depende de una generación brillante de jugadores. Pero el universo de opciones es muy estrecho. Colombia no contó con sus dos atacantes titulares, Luis Muriel y Duvan Zapata. Jugaron Borja y Santos Borré. Salieron para que ingresaran Roger Martínez y Radamel Falcao. Chile, sin Sánchez, casi no le pega al arco, menos con un entrenador que insiste en jugar con un atacante.
El panorama es desolador. La ANFP acaba de perder un juicio donde debe cancelar una cifra millonaria por cobrarle a los clubes un monto desmedido en ese engendro llamado Segunda División Profesional. El Consejo de Presidentes está compuesto por dueños de clubes, los mismos que eligieron por aclamación a Sergio Jadue y que han minado el trabajo en divisiones inferiores (con honrosas excepciones). Se abrió la puerta de par en par para que los representantes se tomaran los clubes y usaran las instituciones para triangulaciones.
Los agentes esperan, con dietes afilados, apropiarse de las selecciones menores y su rol en la adulta es creciente. La anterior directiva salió de la testera por un golpe de estado y quienes hoy gobiernan le ganaron la elección a una lista que no ocultaba su íntima relación con los representantes. Se vendieron lo derechos de la camiseta en un cuarto de lo que antes pagaban y se declaró desierta la primera licitación para transmisiones televisivas por falta de oferentes.
¿Hay chances matemáticas para clasificar? Todavía sí. ¿Hay chances futbolísticas? Pocas, muy pocas. Un epílogo ingrato, amargo. Triste, solitario y final.