Intentar detener el invierno es esa fuerza irracional que no se puede explicar ni tampoco logra su cometido. Algo imposible, y a la vez, inherente a la naturaleza humana: la necesidad de negar lo que duele, de querer cambiar los sucesos, de borrar. En ese abismo de la posibilidad de la muerte de un hijo, es en el que se sumerge el escritor, músico e ingeniero civil, Andrés Valdivia, en “Detén el Invierno”, su primera novela autobiográfica. La propia experiencia de un hijo diagnosticado con leucemia fue el inicio: “Quería hacer un texto rabioso”.
“Me preocupaba muchísimo ventilar la historia de mi hijo menor, pero me di cuenta que la historia era la mía. El arco dramático de la historia es el tratamiento de él, pero son mis emociones sobre la mesa”, comentó el autor en Radio Usach. Deja claro sí que este no se trata de un libro de autoayuda. “En general las historias de hombres con sus hijos son historias de redención. No son historias de cuidado”, señaló a propósito de sus oportunidades y decisiones de acompañar en todo el proceso el tratamiento de su hijo, entrando también en las reflexiones sobre la masculinidad, los “deberes”, las labores de cuidado siempre canalizadas a las mujeres, el terror y la rabia de una enfermedad en este país.
“Hay cierta dosis de universalidad. ¿Cómo se enfrenta un hombre de 40 años, relativamente acomodado, de un país extraño como Chile, a la potencial muerte de su hijo de dos años? Encontrarse con ese tipo de debacle a los 40 años”, apuntó Valdivia.
“Estás en una cornisa moral permanentemente”, reflexionó el autor sobre lo vivido: “Para mí el deber del padre es mostrarles lo bello del mundo y protegerlos, incluso hasta de ellos mismos, hasta que puedan ser independientes. El cáncer es la negación de la paternidad. Porque no puedes protegerlos de su propio cuerpo y porque si se te muere nunca vas a poder mostrarle lo bello del mundo”.
Todo este proceso es el que vuelve a la memoria a través de estas páginas, un hecho que ha gatillado más que sólo la escritura. “Una de las decisiones posibles era dejar a mi hijo morir”, compartió el autor, aludiendo a lo difícil de un trasplante de médula en nuestro país, situación que si hubiese sido vivida en el sistema público, sabe habría sido diferente. “He estado dedicado en los últimos años en participar en algunas Fundaciones, tratando de eliminar la lista de espera en el sistema público, porque mueren niños y los niños con cáncer no pueden esperar”.
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