Los dos miembros que representan a la Universidad de Chile en el directorio de Azul Azul le dijeron a la concesionaria, a través de una carta pública, que la corten, que ya es mucho, que el manto de duda le hace daño a una de las instituciones más grandes del país, que usar el nombre de la U no es poca cosa.
Les dijeron, otra vez, que la transparencia no es negociable, que es el inicio de todo proceso, que siguen con las dudas respecto a la propiedad del club. En Azul Azul, hasta el momento de cerrar esta columna, no han contestado nada.
Nada.
El daño institucional que ha realizado la dirigencia que encabeza Michael Clark y su antecesor, Cristián Aubert, es de dimensiones insospechadas. Para sumar una línea en el agua, el directorio decidió asesorarse con Mauricio Etcheverry, mano derecha de Sergio Jadue durante su gestión al frente de la ANFP. Un error no forzado gigantesco.
¿Es ilegal? No. Pero no todo lo legal es lícito. Tomar decisiones tan erradas consecutivas despierta sospecha. Porque hoy las acciones de la U valen mucho menos que hace un año. Y en un tiempo acotado el grupo Sartor debe vender su porción de la propiedad.
Repercute en la cancha todo esto, sin duda. Los jugadores, los cuerpos técnicos, los funcionarios, los directores deportivos, sólo ven un panorama nebuloso en el horizonte. Es muy difícil confiar en una dirigencia que se esfuerza en cometer un error tras otro, una mala decisión tras otra. Porque si la pelota entra o sale de la portería no es lo más importante si estás al frente de una institución. Pero no lo entienden. No lo quieren comprender. No les interesa.
Basta.
Es hora de las respuestas. O de las decisiones que pongan a la institución como referencia. Ya es mucho. La situación no da para más. En serio.