El 16 de septiembre Mahsa Amini fue arrestada por no portar el velo que cubre el rostro de las mujeres cuando transitan por las calles en Irán. Fue detenida y golpeada hasta la muerte. Tenía 22 años. Las protestas se multiplicaron no sólo en el país sino en el mundo entero.
Meses después de la muerte de Amini, la selección de Irán debutaba en la Copa Mundial de Fútbol en Qatar, otro país cuestionado por sus medidas restrictivas contra las mujeres y ante las diversidades de género.
Los jugadores del plantel comprendieron que era la oportunidad propicia para mostrarle al mundo un gesto, una señal que pudiera proyectarse, lejos de la censura de un régimen que persigue con yugo extremo toda protesta. Por eso en la ceremonia de los himnos patrios previa a los partidos, los futbolistas iraníes no abrieron la boca, no entonaron la canción que todos saben. No sólo se quedaron mudos, sino que mientras la melodía sonaba en todo el estadio y por televisión, mantuvieron su rostro altivo, desafiante, un silencio que portaba un potente mensaje, tan universal como irreversible.
Las mujeres no pueden entrar al estadio en Irán, un país lejano donde el balompié es extremadamente popular. Los partidos de la liga local se juegan con un promedio de casi 40 mil espectadores. Pero no pueden entrar mujeres a ese tipo de duelos. El 2019 la FIFA intercedió para que se permitiera el ingreso femenino en los duelos de la selección y fue posible, pero sólo en cotejos eliminatorios. Por eso no es extraño ver a muchas mujeres en los partidos del seleccionado en el Mundial. No es sólo fútbol. Es una señal. Buscando un símbolo de paz.
Pero la historia no cierra. Hace pocas horas se encuentra desaparecido Voria Ghafouri, histórico futbolista que ha apoyado públicamente las protestas en su país. Su paradero es desconocido. Se presume que fue detenido por las autoridades. La noticia mantiene en vilo al mundo entero.
Este viernes Irán le ganó a Gales por 2-0. Pero el partido más importante lo siguen jugando. Y lo están ganando por goleada.