Nadie quiere descender de división. No es lo mismo jugar en Primera que en Primera B. No es lo mismo jugar en Primera B que en Segunda Profesional. No es lo mismo jugar en Segunda Profesional que en divisiones inferiores. Cambia todo. El marco de público, las expectativas, la repercusión mediática, los ingresos, el interés. Todo.
Sin embargo hay una serie de lugares comunes respecto al descenso que es bueno precisar:
-Descender no es irse al infierno. Acá los medios de comunicación tenemos una enorme responsabilidad en instalar frases hechas, realidades a la fuerza a través de la exageración y de los juegos de palabras que suenan muy bien para titular un artículo, ganar ciertos click y adherentes en redes sociales.
Nadie quiere bajar, es un golpe directo al mentón, un nocaut en la quijada, pero no es jugar en el infierno. Es jugar en una categoría inferior, una categoría que por más que tenga menos repercusión, merece respeto. Muchos de los mejores jugadores actuales pasaron por la B y la Segunda Profesional, antigua Tercera División.
Muchos encontraron cobijo en esas divisiones y lograron una madurez personal y futbolística. Muchos han encontrado en ese lugar un sitio de mayor experiencia. Hay jugadores que hacen estupendas carreras jugando en la B, entrenadores especialistas en la categoría, técnicos que hacen un auténtico magister iniciando sus carreras en divisiones más bajas, porque su plan es precisamente no saltarse ninguna etapa. Nadie quiere descender, pero bajar no es irse al infierno.
-Es mejor bajar para ordenar la casa y subir inmediatamente. Ojo, atención, cuidado. Lo que ocurrió con Coquimbo no es algo habitual. No es frecuente que un equipo descienda y logre el retorno a la temporada siguiente. Ha pasado, pero la menor cantidad de veces.
Lo hizo la Universidad de Chile en su único descenso, pero volver a subir es extremadamente difícil. La Primera B, antigua Segunda División, es una categoría altamente competitiva y pareja. Hay que mirarla de vez en cuando. Quizás sea un fútbol más físico, algo más rústico, pero posee la intensidad que a veces extrañamos en Primera División.
Sin duda participar en la división de honor es un plus. Los planteles son más parejos y numerosos. Por algo en los certámenes donde participan equipos de todas las divisiones, como la Copa Chile, suelen ganar equipos de Primera. La diferencia existe. Pero cuando el choque es individual, es partido único, no es tan fácil y a veces la diferencia no se traduce en cancha.
En la B si el líder pierde con el último no es ninguna sorpresa. Pasa. Y mucho. Pero a no equivocarse. Pensar que es mejor descender es un discurso que suena maduro, pero que cristalizarlo es subir el Everest descalzo. Pregúntenle a Cobreloa, Temuco, Rangers, que hace rato están armando planteles para volver a Primera y aún no lo han conseguido.
-Los potreros. Hace rato, mucho rato, que el fútbol de la Primera B no se asemeja a los viejos potreros en los que, efectivamente, se jugó durante décadas. Ya sea por el mejoramiento en la red de estadios (casi todos estatales) y por la necesaria elevación del estándar, ya no se juega en potreros. A veces se juega en canchas y estadios bastante mejores que en la Primera.
Hace bien ver fútbol en de otras divisiones. Muchos nos criamos en esa instancia y sabemos que es otra dimensión, incomparable. Nos permite analizar el juego y no demonizar a un equipo que a veces sale a refugiarse y jugar de contra, que forma planteles con lo que puede, que administra pobreza, que pone lo colectivo siempre por delante de lo individual.
Nos sirve para no comentar los partidos como si viéramos al Bayern Munich, donde si no goleas es un fracaso. Muchas veces en ese fútbol aparentemente menor encontramos el juego en estado puro. Y eso se agradece montones.