"La Julieta, a los diez minutos de clase, ya está aburrida y se quiere parar. Ella no entiende absolutamente nada porque responde únicamente a elementos concretos. Si ve el cepillo de dientes entiende que tiene que lavárselos, si le muestran una cuchara, sabe que tiene que comer".
Esa son las palabras con las que Karen Harboe describe la dura experiencia de su hija de 8 años como alumna de un segundo básico de un colegio en Ñuñoa. Hablamos de un recinto municipal que entrega educación diferencial a 134 niños y jóvenes, de entre 3 y 24 años, y que desde el mes de marzo tiene a la pequeña niña como una de sus estudiantes.
Julieta es una persona no verbal producto de un autismo severo y, además, presenta una ataxia de la marcha. En condiciones de normalidad, ese recinto capitalino sería el ideal para satisfacer sus necesidades educativas especiales (NEE), pero los meses de pandemia por Covid-19 pusieron todo en entredicho.
Al igual que la gran mayoría de estudiantes del país, la niña se vio obligada a asistir a sus clases a través de un computador. Sin embargo, el formato de la enseñanza a distancia no le favoreció, tal como lo relata Karen: "La july tiene hasta tres jornadas por día y para mí ha sido una tortura. La pantalla se le hace difícil porque no entiende".
La realidad de Karen no es aislada. Según datos de la Fundación Mis Talentos, un 6% de los niños y niñas de Chile tienen algún nivel de discapacidad y un 15% tiene ritmos y formas de aprendizaje diferentes. Y para muchos de ellos, las clases a distancias se han convertido en una verdadera complicación.
La realidad que hoy vive Julieta es la de muchos niños con Necesidades Educativas Especiales (NEE). Su experiencia plantea dudas sobre si la enseñanza diferencial ha respondido correctamente a las complejidades surgidas con la pandemia por Covid–19 en niños con discapacidad intelectual, sensorial (visual o auditiva), niños con condición del espectro autista y las discapacidades múltiples, además del trastorno específico del lenguaje, el déficit atencional, el aprendizaje lento con limitaciones significativas para la conducta adaptativa, los conductuales, la violencia intrafamiliar, la drogadicción y el embarazo adolescente, entre otros.
Es por esta razón que, a partir de marzo de este año, el Centro de Justicia Educacional (un organismo que trabaja bajo el alero de la Pontificia Universidad Católica) comenzó a difundir los resultados del estudio llamado “Impacto Covid-19 en el Aprendizaje y Estado Socioemocional de Niños y Niñas con y sin Necesidades Educativas Especiales”.
La investigación, que se realizó en octubre de 2020, estuvo a cargo de Victoria Espinoza, Javiera Donoso, Ricardo Rosas, Dominic Badillo y de Catalina Santa Cruz. Esta última es doctora en psicología, investigadora asociada de la Línea de Inclusión de la Discapacidad del CJE y fue quien encabezó dicho estudio.
En conversación con Diario USACH habla sobre las dificultades que ha presentado la enseñanza para niños con NEE durante estos meses: “Con los resultados obtenidos, y por conversaciones que hemos tenido con personas vinculadas al tema, pensamos que la educación especial dada por los colegios públicos, o las escuelas especiales, ha estado muy al debe con respecto a la que se ofrece a los estudiantes sin discapacidad".
El trabajo realizado por Santa Cruz y su equipo abarcó a padres y apoderados de 346 escolares con Necesidades Educativas Especiales, de entre 4 y 18 años. Para su desarrollo, ellos contestaron las preguntas del “Child Behavior Checklist” (un cuestionario de conducta Infantil) que busca ahondar en los problemas emocionales y de conducta de los niños y jóvenes.
Y según indica la psicóloga del CJE, "los resultados arrojaron, en general, un mayor porcentaje de problemas de conducta y emocionales”. Consultada por la efectividad de las clases por Zoom, Santa Cruz comenta que “muchas veces los niños necesitan adaptaciones que no son fáciles de operar a través de la educación online, en el caso de que exista esa posibilidad. En los programas de integración hay kinesiólogos, terapeutas, fonoaudiólogos, mucha gente que necesita tener contacto físico con los niños para la realización de terapias, las que básicamente, han quedado
suspendidas durante este tiempo".
“La clave está en la flexibilización”
Belén Ramírez es una joven santiaguina de 19 años. Tiene el Síndrome de Turner (un trastorno genético que afecta solamente a mujeres y que se caracteriza por la ausencia de un cromosoma X de forma total o parcial).
Debido a esa condición, Belén vive y se comporta como una niña de 8 años. Actualmente cursa el nivel 1 A en una escuela de La Reina y, al igual que muchos de sus compañeros, se ha pasado varias horas frente a un computador para poder seguir con su vida escolar. Recién hace tres semanas volvió a las clases presenciales.
Consultada sobre la experiencia que ha tenido con las clases remotas, su madre – la parvularia Paula Mora – afirma que “lamentablemente la modalidad online para los niños con NEE no servía. Se estaban estresando y mi hija, al ver a sus compañeros a través de la pantalla, los quería tocar y no podía. Estos niños necesitan abrazarse".
Esa es una realidad que Karla Mascaró conoce. Ella es psicóloga y trabaja desde el año 2012 en un establecimiento que durante varios años viene realizando un marcado trabajo por la integración de niños con Necesidades Educativas Especiales. De hecho, Karen cuenta que – hasta la fecha –tienen cerca de 130 estudiantes con algún tipo de NEE.
Consultada sobre las dificultades que están presentando estos escolares en su día a día, la profesional sostiene que una de las claves para lograr mejores resultados está en la flexibilización de los programas académicos y en la implementación de medidas que faciliten el proceso para los estudiantes y sus padres (como por ejemplo, las actividades asincrónicas por sobre las sincrónicas (dar una pequeña explicación).
Además, Mascaró afirma que, por ejemplo, en su escuela se percataron que varios de los niños con NEE tuvieron mejor adaptación a sus jornadas tras la implementación de esos “encuentros sociales” virtuales: “Nos conectamos en grupos pequeños, hacemos alguna actividad, desarrollamos el objetivo propuesto y generamos interacción social”.
Los desafíos
Karla Mascaró reconoce que estos meses de pandemia han generado un gran cansancio tanto en los padres como en los estudiantes, profesores y funcionarios de escuelas y colegios. Y plantea que "hay que considerar las excepciones, a las personas que les es imposible mantener una conexión, y darles una respuesta”.
Catalina Santa Cruz, doctora en psicología, reafirma lo anterior y señala que “es muy fácil hablar de NEE o de discapacidad en términos generales, siendo que agrupa un sinfín de características y de necesidades distintas. Y en el caso de la gran mayoría requieren de trabajo presencial".
Agregó que "yo apostaría porque se diera prioridad a los niños con Necesidades Educativas Especiales, no para que estén en un aula aprendiendo matemáticas, sino para que reciban las terapias y adecuaciones que les permitan no quedarse más atrás aún respecto a sus compañeros".