Hace dieciséis años Andrea Marín decidió ir a la Universidad Católica, una de las casas de estudios donde se puede realizar este proceso, a preguntar qué debía hacer para poder donar su cuerpo a la ciencia. “Me entregaron un papel que tenía que firmar ante notario, donde tenía que decir explícitamente que esa era mi voluntad”, indicó la veterinaria a Diario Usach.
La profesional, que confesó que tiene una tarjeta con un número al que sus familiares deben llamar cuando ella fallezca, reveló que jamás le dio miedo dar ese paso en beneficio de la ciencia. “Para mí la muerte nunca ha sido algo negativo. El tema de los cementerios nunca me ha gustado, eso de tener el cuerpo enterrado bajo tierra. Siento que después de muerto ya no hay nada. Como soy veterinaria, ligada a la salud, creo que es mucho más fácil para estudiar y si se pueden salvar vidas, es aún mejor”, detalló.
Andrea sentenció que “es mi deseo final que mi cuerpo se done a la ciencia, si un familiar se opone no se puede hacer, pero es mi última palabra, y mi familia somos de la idea de decisión propia y nadie se va a oponer la verdad. Ya no voy a ser yo, se va a descomponer, pero así puedo ayudar, puede salvar vidas, ser beneficioso para la ciencia”.
Miguel Soto, encargado del programa de donación de cuerpos del Dpto. de Anatomía y Medicina de la U. de Chile, uno de las pocas casas de estudios que realiza este proceso, contó que hace cerca de diecisiete años que esto “comenzó a tomar forma”.
“Empecé a trabajar con los donantes, personas que se encontraron con esta información y se acercaron. Recuerdo a Nancy Arévalo, una abuelita que fue como nuestra donante emblemática, que me dijo que quería que su cuerpo siguiera siendo útil después de fallecida”, afirmó.
William Aguilar, académico del Departamento, miembro del Consejo de Departamento y del Laboratorio de Anatomía, aseguró a Diario Usach que “en el Código Sanitario se establece explícitamente que quienes quieran donar su cuerpo a la ciencia tengan que tener un papel firmado, notariado”.
El especialista agregó que se puede ser donante “desde los 18 años hasta el infinito”. No hay límite de edad, mientras esté con sus facultades mentales disponibles. “Una persona que tenga más de 80 años también puede inscribirse”, sentenció.
Agregó que “hoy en día tenemos donantes vivos que han manifestado su deseo de ser donantes de aproximadamente entre 1.700 y 1.800 personas. De los donantes fallecidos a lo largo de los últimos 10, 15 años serán unos 150”.
Aunque hace más de diez años sólo existía un papel físico, como esa tarjeta que tiene Andrea en su hogar, ahora todo es más tecnológico. “Ahora tenemos registro digital y todo”, indicó Miguel Soto.
CEREMONIA
Ambos académicos indican que uno puede ser donante de órganos y luego ser entregado para la ciencia. Sobre cómo es el proceso una vez que fallece la persona, también dieron luces.
“La única diferencia que tiene es que el donante, en vez de ir a un cementerio o a cremación, llega a las dependencias de la facultad. Nos hemos encontrado con donantes que no quieran tener ninguna ceremonia y se vienen directo una vez fallecidos”, señaló William Aguilar.
Lo clave es la comunicación que existe entre el donante y sus familiares. Esto debido a que serán ellos los que decidirán si se cumple el último deseo. Andrea Marín confesó que ella ya conversó el tema con sus seres queridos e incluso es de la idea de hacer un velorio antes de que su cuerpo sea entregado a la Universidad Católica.
“Es algo que se debe conversar. En mi caso, en mi familia no tenemos problemas. Creo que es importante que se dé esa instancia”, aseguró.
Miguel Soto sabe de la importancia y de lo poco común que es dar ese paso, de entregar tu cuerpo a la ciencia. Por esta razón en la Universidad de Chile hacían una ceremonia por los donantes. “Hicimos ceremonias más ecuménicas, pero que era una manera de rendir tributo y agradecimiento a los donantes”, reveló.
Agregó que lo hacían “en el auditorio de anatomía porque venían con sus familiares, entonces le hacían un ágape, un vinito de honor, el cura hacía una ceremonia y hacíamos una especie de ofrenda. Los académicos ofrendaban instrumental quirúrgico, se hacían dibujos sobre anatomía. De repente participaban los donantes y leían un versículo y se hablaba al respecto”.
El encargado del departamento del programa de donación confesó que con la pandemia se dejó de hacer dicho ritual. “Ojalá podamos retomarlo en algún momento, creo que era una buena instancia”, afirmó.
Soto reveló una anécdota que le ocurrió durante una de las ceremonias, que le permitió entender muy bien cómo es el pensamiento del donante. “Le pregunté a un asistente, Raulito, ¿y usted qué quiere ser? ¿Sabes qué me contestó? Yo que los alumnos me vean y al otro día me vayan a dejar al cementerio, me doy por pagado. Y yo le dije, no, usted va a estar como 40 o 50 años aquí con nosotros. ¿En serio me dijo? ¡Uh, qué lindo me dijo! Ahí me quedó claro que al donante no le interesa lo que hagan con él”.
CÓMO ES EL PROCESO
¿Cuánto tiempo dura un cuerpo? ¿Qué es lo que se hace? William Aguilar, académico del Departamento, miembro del Consejo de Departamento y del Laboratorio de Anatomía, que precisamente ve el tema de conservación cadavérica y a embalsamamiento, detalló que “con las nuevas mezclas tú puedes tener un cuerpo fácil 20 años, de acuerdo al manejo que tenga, si se cuida, si se mantiene hidratado”.
Miguel Soto, encargado del programa de donación de cuerpos del Dpto. de Anatomía y Medicina de la U. de Chile, indicó que se conversa con una mezcla de líquidos. “Nosotros le echamos la formalina, que es el principal fijador. Es un elemento químico que te produce enlace entre las proteínas y el fijador (…) eso mantiene las proteínas que no se desarmen porque cuando uno se pudre o se descompone, porque se rompen los enlaces, uno se va degradando”.
Para el profesional, además de lo vital que es para la ciencia la donación de cuerpos, también es importante el mensaje que se les da a los estudiantes. “Esto tiene un significado para los estudiantes, el mensaje subliminal que entrega, donde el estudiante sepa que era una persona”, señaló.
Agregó que “cuando viene para acá el donante, con su declaración jurada, uno se los presenta a los alumnos, lo miran así con los ojos bien abiertos, porque saben que en algún momento esa persona a la que saludaron va a estar ahí encima de las mesas de disección”.
Soto evidenció que “el respeto al paciente, que hoy en día está absolutamente olvidado, es clave. Acá también se ve el respeto al paciente, que parte por el respeto al cadáver”.