El descubrimiento del cuerpo de una mujer, en una maleta en Ñuñoa, remeció a la opinión pública y dejó en evidencia la desprotección y abandono que sufren muchos adultos mayores.
El pacto entre dos mujeres de más de 60 años quedó al descubierto luego de que Lorenza arrastrara por varios metros a Érica, quien había fallecido hace más de seis meses producto de un cáncer, hasta dejarla en una calle residencial. Con el paso de las horas se supo que el acuerdo era que ninguna se iba a denunciar si fallecían.
De esta manera, y tras los antecedentes policiales entregados sobre el caso, se supo que la mujer de 80 años, Lorenza, trasladó a la vivienda de Los Jardines el cadáver de Érica, donde estuvo en una bodega por todo un año.
“En el cuerpo no hay señales de violencia, ni fractura. No estaba descuartizado ni desmembrado. No hay participación de terceros. Sería preliminarmente una muerte natural”, indicó el fiscal Francisco Lanas, de la Fiscalía Metropolitana Oriente.
Abandono
Solo la llegada de la hija de Lorenza permitió que este pacto de amistad saliera a la luz. Las declaraciones de los vecinos y vecinas de la “religiosa” revelan que llevaban meses sin verla e incluso su domicilio estaba notoriamente abandonado con facturas, cartas y cuentas sin recoger en el frontis de la vivienda. Igualmente, el patio de la “monja” tenía una gran cantidad de hojas de árbol y basura.
El caso de Lorenza y Érica dejó al descubierto el completo abandono es el que viven muchos adultos mayores, que pasan largas horas e incluso meses sin tener a alguien que los visite. Ya el 2020, el Servicio Nacional del Adulto Mayor informaba un aumento de casos de personas de la tercera edad que vivían en la más completa soledad.
En este entonces, se llevó a cabo una campaña denominada “La Soledad no es un juego, haz tú el primer movimiento”. Lamentablemente, es una solución a largo plazo y que tiene muchas aristas aún por revolver.
Para el sicólogo de la Universidad de Santiago, Antonio Letelier, “la vivencia de soledad en los adultos mayores responde a un modo de organización política y cultural de sociedades como la nuestra, que están altamente enfocadas en la productividad, el éxito laboral y una forma de vida ligada a hiper-funcionalidad”.
Agregó que “en ese contexto, el proceso de envejecimiento de las personas carece de una plataforma social que sirva de sostén psicológico para que las personas vivan ese tránsito sin el estrés que implica el duelo de 'dejar de producir'. Si pensamos en el fenómeno de la jubilación, por ejemplo, me parece que el problema no radica precisamente en dejar de trabajar sino mas bien en que no parece haber un espacio social que habilite al individuo para seguir perteneciendo a la sociedad sin la presión de la productividad”.
Sociedades inmunitarias
El académico de la Usach plantea que “hay un autor, Roberto Esposito que habla de las sociedades inmunitarias. Destaca que el sujeto actual vive vidas inmunizadas, asépticas, higiénicas, vigiladas, pero que son cada vez más solitarias. Se ha perdido la relación con la comunidad. Y claro, la tercera edad vive eso de modo más dramático”.
Letelier señala que esto lleva a que “puedo pasarme la vida entera sin saber nada del otro, como pasó en el caso de la religiosa”, donde nadie, ni vecinos, ni familiares, supieron de la existencia de un cadáver, ni tampoco sintieron el olor que expelía el cuerpo, al no tener contacto con la mujer de 80 años por mucho tiempo.
Qué se puede hacer
El sicólogo de la Usach cree que hay un trabajo a largo plazo para realizar y asevera que “debería haber una consideración transversal de la salud mental en el marco jurídico chileno para la tercera edad, que vaya mucho más allá de pensar la salud mental como ausencia de enfermedad”.
Agrega que “requiere la voluntad política de pensar la salud mental como bienestar, donde se piensen espacios de integración efectivo para adultos mayores, como uso de espacios públicos, fomento a la cultura, apertura de clubes de cine, teatro”.
Letelier indica que “la tercera edad se piensa como algo similar a una discapacidad y la dis-capacidad no puede ser pensada como un fenómeno del individuo. Me parece que las dis-capacidades son sistémicas. El problema no es que el adulto mayor no sepa socializar, es el diseño de la ciudad, las instituciones que no piensan la vivencia del adulto mayor”.
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