Las fiestas de fin de año traen consigo una promesa de reunión, alegría y conversaciones profundas. En la memoria de todas y todos está esa navidad o año nuevo rodeado de seres que queremos y nos quieren. Sin embargo, para muchas personas estas fechas también pueden convertirse en un recordatorio agudo de la soledad. En un mundo hiperconectado, el aislamiento social sigue siendo una epidemia que afecta a millones. En enero de 2018, el Reino Unido dio un paso inédito: creó el primer Ministerio de la Soledad.
La idea de este ministerio fue inicialmente impulsada por la parlamentaria laborista Jo Cox, quien antes de su trágico asesinato en 2016 trabajó para visibilizar el aumento de la soledad en su país. Cox entendió que este no era un problema exclusivo de los mayores, sino un fenómeno transversal que afectaba a jóvenes, adultos y ancianos por igual. Su legado inspiró la formación de una comisión que abogó por una respuesta gubernamental formal, entendiendo que la soledad no es solo un problema individual, sino un desafío social de proporciones alarmantes.
El Ministerio de la Soledad se estableció con objetivos claros: crear conciencia sobre el impacto de la soledad en la salud pública, investigar sus causas y consecuencias, y desarrollar programas que fomenten la conexión social. Desde su creación, ha promovido iniciativas como programas comunitarios, campañas para reducir el estigma asociado al aislamiento y el fomento del voluntariado.
El modelo británico ha inspirado a otros países. En 2021, Japón creó una política similar, enfrentando un fenómeno inquietante: algunos ancianos cometen delitos menores deliberadamente para ser encarcelados, buscando compañía, seguridad y acceso a atención médica. La soledad nos puede llevar a extremos inimaginables. Y la compañía no está asegurada para siempre.
Mientras nos preparamos para las celebraciones de fin de año, detengámonos a reflexionar sobre cómo en Chile, nosotras, nuestras familias, redes y comunidades pueden incluir a quienes se sienten aislados. La soledad no es solo una experiencia dolorosa; es también un problema de salud pública. Quizá este sea el momento de mirar más allá de nuestras pantallas y abrir espacios de conexión real.