Tras el golpe de Estado que en 1973 derrocó el gobierno de Salvador Allende, no existe una cifra concreta sobre el número exacto de compatriotas que se vieron obligados a salir del país a través del exilio.
Según datos de la Vicaría de la Solidaridad, serían 260 mil las personas que fueron expulsadas de suelo chileno, mientras que la Liga Chilena de Derechos del Hombre eleva ese número a cerca de 400 mil.
Sin duda, se trata de números grandes, significativos, representativos de dolor y que, sin embargo, no han tenido el mismo grado de investigación que otras acciones atentatorias contra los derechos humanos como la muerte y la tortura. Y ese es el tema que se expone en el libro “Exiliadas, 50 años de no retorno” (Editorial Cuarto Propio), recientemente escrito por la periodista Carolina Espinoza y en donde el foco está, justamente, en las experiencias de 67 chilenas que se vieron forzadas a dejar de vivir en el país por su afiliación a las ideas de la Unidad Popular y que nunca más, incluso después del retorno de la democracia, regresaron al país.
Su autora es oriunda de Concepción, pero desde el año 2000 reside en Madrid, ciudad desde donde ejerce como corresponsal de radio Cooperativa. Allí, también, se formó como doctora en antropología social en la UNED y, bajo esa línea, ha escrito libros, dirigido documentales y se ha especializado con el estudio del exilio político entre los países de Sudamérica y Europa.
(Foto: Documentos de Pilar Santana / Libro "Exiliadas, 50 Años de no retorno").
Desde Europa, Espinoza contestó el llamado de Diario Usach para dialogar sobre su más reciente publicación: “la necesidad de contar estas historias nació cuando estaba realizando mi tesis doctoral en antropología (entre los años 2016 y 2019). El tema se enfocó en los chilenos exiliados en España. Un caso bastante ‘sui generis’ porque siempre se habla del exilio en Francia, Canadá, en México, pero no en la nación española por la presencia de Franco. Y si hubo, pero fueron muy silenciosos”.
Ahí la periodista se dio cuenta que el testimonio de los hombres era diferente al de las mujeres: “muchos ponían el foco en lo heroico y en las fechas. En cambio, las entrevistadas se centraban en la red social que se hizo durante el exilio".
La profesional relata en qué momento decidió llevar a cabo este proyecto. "Recuerdo que hice ‘click’ en 2018, el año del ‘me too’, de las huelgas feministas en el mundo entero, incluidas las universitarias chilenas. Entonces, se juntaron varios puntos en que se reivindica el papel de la mujer en la historia y, con eso, me doy cuenta de hay algo que hacer y me embarco en el proyecto “Exiliados”, que un principio fue pensada solo como un trabajo expositivo (junto al fotógrafo Ignacio Izquierdo). Tras eso, y pensado en dejar algo que no fuese tan efímero (como la exposición) surgió la idea de hacer el libro”, asegura.
La autora sostiene que “nuestro país tiene una deuda pendiente con las mujeres chilenas que se fueron al exilio hace cincuenta años y sus hijas, ya que han sufrido doble discriminación y exclusión de sus relatos: primero por su género y segundo, porque no regresaron”, indica.
(Foto: Emma Landaeta, exiliada en Madrid / Crédito: Ignacio Izquierdo).
Uno de los pies forzados que se puso la autora fue recabar información de exiladas que decidieron no volver a Chile tras el fin de la dictadura y que siguieron con sus vidas en el extranjero, con todo lo que eso implica (desarrollo profesional, formación de nuevos lazos familiares, etc.). Y así fue como comenzó un periplo de recolección de testimonios, que la llevó a hasta los países que más recibieron chilenos expulsados, como España, Inglaterra y Francia.
“La realización no fue fácil porque el testimonio femenino es muy complicado de destacar. Un hombre lo puede contar como una ‘batallita’ o como algo de cual puede jactarse. Pero en el caso de la mujer es todo lo contrario. Muchas veces el exilio fue una pena muy dolorosa, no solamente por la prohibición de volver al país en 17 años, sino porque significó, en muchos casos, una frustración de proyectos personales y profesionales”, explica.
Espinoza indica que para obtener los testimonios de las 67 participantes, todas con vidas muy complejas, tuvo que realizar “un ejercicio de empatía”, sin aplicar el “apuro periodístico por tratar de sacar rápidamente una historia” y, entendiendo, que ella nunca estará “ni siquiera cerca de una situación como las que ellas vivieron”.
(Foto: Nivia Alarcón / Libro "Exiliadas, 50 Años de no retorno").
“Me puse muy en los zapatos de antropóloga, y de hablar más que de entrevistar. De hacer una recolección de testimonios y de escuchar sus silencios, de poner nota sobre quién estaba en el momento de las conversaciones y de saber si es que querían estar solas o acompañadas de algún familiar. En el libro hay muchas más cosas de lo que se pudo grabar en términos audiovisuales o en sonido”, relata.
VOCES FEMENINAS DEL EXILIO
Ximena Ahumada, Patricia Mayorga, Nivia Alarcón, Verónica Álvarez, Marina Caballero son solo algunas de las mujeres que dieron sus testimonios para la confección de “Exiliadas, 50 años de no retorno”.
Otra es Lidia Aguilera, quien tiene 90 años y que tras ser expulsada desde Chile, no ha regresado en 51 años. “Ella vive en Burdeos (Francia) y sigue soñando todos los días con volver al país, lo que es prácticamente imposible, ya que ella quiere hacerlo sin depender de nadie. Sería impensado que lo hiciera sin tener algún tipo de asistencia”, afirma la autora del libro.
Espinoza cuenta a Diario Usach que esa entrevistada es oriunda del Valle de Azapa y que su marido tenía un cargo de representación regional en el Ministerio de Agricultura (en plena época de la UP) y que, además, ejercía la docencia por lo que estaba “muy comprometida con la enseñanza de las personas que todavía faltaba por integrar en el proceso de alfabetización. Ella fue expulsada en 1974 con destino inicial en la ciudad de París”.
La periodista indica que, durante la primera conversación que tuvo con Aguilera, en diciembre de 2019, ella le dijo que lo más probable es que hubiese regresado por primera vez a Chile, ya que lo quería hacer cuando fuera en el contexto “de una nueva revolución” (haciendo una alusión al estallido social iniciado en el mes de octubre de ese año). “Teníamos pensado acompañarla en ese viaje para hacer un documental, pero tristonamente, vino la pandemia, lo que impidió ese retorno hasta el día de hoy”, afirma Espinoza.
Otro relato que aparece es el de la periodista Regina Rodríguez (recientemente elegida directora ejecutiva del Centro Cultural La Moneda) y quien vivió en Estaña y que volvió a Chile después de mucho tiempo y en los días en que el libro “Exiliadas” estaba siendo publicado. “Ella me decía que no le gustaba victimizar el exilio. Que prefería poner el foco en los aportes que hicieron las expulsadas chilenas en sus sociedades de acogida porque fueron innumerables y porque de eso se conoce bastante poco en nuestro país”, indica la autora del libro.
LA DEUDA DE CHILE
A 51 años del golpe militar encabezado por Augusto Pinochet, Carolina Espinoza sostiene que Chile tiene una deuda con las mujeres que tuvieron que salir del país de manera forzada, primero con “la reparación de reconocimiento. En todas estas personas que están en las primeras comisiones de verdad, tanto en la Rettig como en las dos Valech, lo que hay es un deseo de reconocimiento de que se hizo una violación a los derechos humanos. Pero esa no es exclusivamente la única manera de reparar. Primero viene el reconocimiento simplemente poniendo un nombre, un homenaje, un nombre en una placa, etc.”.
(Foto: Marcela San Martín, exiliada en Madrid/ Crédito: Ignacio Izquierdo).
La escritora plantea que después “vino la reparación judicial, la que en algunos casos vino de la mano con una compensación económica, que también es importante. Entonces, ¿por qué esa violación a los derechos humanos no va a estar acompañada de aquello? Esto se entiende de la base en que esa reparación nunca será un remplazo de las vidas que se acallaron, del tiempo perdido en el exilio y los compañeros y compañeras que no pudieron volver a ver. Esas son pérdidas irreparables”.
Y es aquí donde Espinoza afirma que la gran demanda de estas mujeres “es el Chile actual, que es muy diferente al que ellas ansían, conozca de su existencia. Y ni siquiera hablan de manera individual, sino que lo hacen de una manera corporativa. Piden que el discurso de la mujer tenga un lugar en la reconstrucción de la memoria chilena después de las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura de Augusto Pinochet. Es simplemente eso”.
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