Ubicado en calle República 475, en uno de los barrios de mayor riqueza arquitectónica e histórica de la región Metropolitana, el Palacio Heiremans alberga por estos días el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, espacio cultural abierto al público y que promueve distintas expresiones artísticas durante los 365 días del año.
Sin embargo, sus paredes también guardan una historia oscura. Llena de represión, tortura y violación a los derechos humanos durante la dictadura militar de Augusto Pinochet.
El origen de la casona data de 1925, cuando Amadeo Heiremans, un empresario de origen belga, que hizo su fortuna en el acero, encargó la construcción de la propiedad a dos conocidos arquitectos: Fernando Valdivieso y Fernando de la Cruz. Veinte años después, tras el fallecimiento de Heiremans, su familia la vendió a la Embajada de España, que permaneció allí hasta 1967. Luego fue adquirida por la Universidad de Chile para instalar el Departamento de Estudios Humanísticos, que pronto se convirtió en el epicentro de la vanguardia artística y literaria del país, y enclave de resistencia contracultural a la dictadura.
No obstante, en 1978, la historia dio un giro. La casa se convirtió en un centro de operaciones de la Central Nacional de Informaciones (CNI), organismo de represión estatal, persecución, asesinato y desaparición de opositores políticos durante la dictadura.
El sótano del recinto aún guarda los vestigios de lo que fue una oficina de espionaje muy bien resguardada, ya que la puerta exterior de la casa estaba reforzada con placas metálicas y guardias armados que vigilaban día y noche. En el lugar se ha mantenido la maquinaría utilizada para el espionaje telefónico y una consola de dos metros de altos con cables desgarrados.
Cuando se inició la remodelación del lugar, que perteneció al Ejército hasta el 2000, se encontraron en el cielo falso miles de documentos pertenecientes a la CNI, donde se daba cuenta de los espionajes realizados en la sala.
En el año 2014 se desclasificaron 429 documentos que daban cuenta del espionaje realizado por dictadura en esta casona entre enero y julio de 1980. En su interior se encontró seguimiento a los sindicatos de Codelco, Enap, Bancos y trabajadores portuarios. Además, escuchas a dirigentes políticos y espionaje internacional de la política interna de Perú y Bolivia.
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