Han pasado casi 150 años desde que ingresaran las primeras mujeres a las universidades chilenas, luego de un intenso debate político y de cuestionamientos a esta nueva y revolucionaria inserción a la vida pública e intelectual.
Las luchas feministas y los procesos de modernización del país convergen para que las puertas de la educación superior finalmente se abrieran, se nutrieran de nuevas reflexiones; para que las universidades se transformaran y para que las mujeres accedieran de forma amplia a una educación secularizada.
Desde entonces, los avances en educación superior no se detienen. La invitación es a que en este nuevo Día Internacional de la Mujer miremos los cambios que las universidades han experimentado reconociendo el impulso y las demandas de todas aquellas que allí estudian, trabajan, enseñan e investigan, y así sigamos conversando sobre los nuevos desafíos que tenemos por delante en materia de igualdad y equidad de género.
Sin lugar a dudas, lo primero son las imágenes imperecederas de las movilizaciones de 2018 donde miles de universitarias, académicas y trabajadoras en todo el país abogaron por una educación no sexista y por la erradicación de toda forma de discriminación y violencia contra las mujeres. Ello obligó a las instituciones de educación superior a repensarse, mirarse, estrechar nuevos vínculos y a fortalecer la institucionalidad para promover espacios libres de violencia de género.
Las movilizaciones feministas lograron también poner sobre la palestra las biografías y experiencias de mujeres, que parecían aisladas y casuales, para darles un profundo carácter compartido y sentido.
Recordemos que, al menos, un 70% de las mujeres en Chile ha sufrido violencia de género de algún tipo. La lucha política por la igualdad y la no violencia en las universidades reivindicaba así una dimensión emocional y afectiva. La vida universitaria se tiñe de morado y las compañeras ya no son aquellas que comparten el aula o la oficina. Somos todas.
Otro aspecto crítico en esta trasformación de la vida universitaria fue la visibilización de la crisis de los cuidados y la necesidad de la corresponsabilidad social. La dificultad para conciliar la vida personal, familiar y laboral ha sido históricamente una limitante para el desarrollo profesional y académico de las mujeres en las universidades.
Estudios afirman que 1 de las 3 principales preocupaciones de las mujeres chilenas es estudiar, volver a estudiar o especializarse en su profesión. Ello se contrapone con la falta de tiempo libre, considerando que 7 de cada 10 mujeres son las responsables de organizar, planificar y gestionar el hogar. Y que, incluso, destinan diariamente 3 horas más que los hombres a realizar las tareas de cuidado y labores domésticas.
Los datos entregados por un estudio elaborado en la Dirección de Género, Diversidad y Equidad para la Mesa de Cuidados y Corresponsabilidad de nuestra casa de estudios se condicen con la realidad nacional.
Las mujeres de la comunidad universitaria Usach –estudiantes, funcionarias y académicas- cuidan niños menores de 17 años, en su mayoría son sus hijos e hijas; aunque en el caso de las más jóvenes, son sus hermanos y hermanas.
Estas mujeres declaran mayoritariamente sentirse cansadas, estresadas, sin tiempo libre y con dificultades para desarrollar su trayectoria laboral, académica o formativa en la universidad debido a las tensiones para conciliar vida laboral y personal.
La mirada de mediano plazo evidencia que las trasformaciones de la vida universitaria y de las mujeres ha sido de gran envergadura. Las luchas por el acceso a educación superior y por habitar espacios libres de violencia de género son parte del mismo continuo de reivindicaciones.
Pero no sólo eso. Emergen también desafíos urgentes como continuar apoyando las trayectorias de mujeres, visibilizando las estructuras sociales y culturales que las mantienen en situación de desigualdad y exclusión. En este Día Internacional de la Mujer, debemos seguir mirándonos, reconociéndonos y moviendo las barreras que no permitan el goce absoluto de autonomía.