El Día Internacional de las Mujeres Rurales invita a visibilizar su aporte fundamental al desarrollo económico y cultural de los países, a través de la inserción en los mercados laborales y la recuperación de saberes y costumbres. No obstante, este aporte, se debe abordar mirando críticamente las estructuras patriarcales que enmarcan sus biografías, así como el contexto sociocultural que las mantiene en situaciones de desigualdad frente a sus pares rurales.
Recordemos que la estructura socioproductiva de los territorios rurales y rururbanos de América Latina y Chile, en particular, reproducen desde periodos decimonónicos la desigual distribución de la tierra. A partir de los 80 aquella se traslapa con el dispar acceso a servicios básicos y recursos financieros, haciendo de la familia agrícola campesina un grupo cada vez vulnerable y empobrecido.
La situación es aún más crítica si lo analizamos con perspectiva de género. Las mujeres rurales trabajan con altos niveles de precarización y flexibilidad, o derechamente sin remuneración formal, perdiendo la protección del Estado. No tienen derechos sobre la tierra y su acceso se ve dificultado, incluso siendo jefas de hogar. Tienen un limitado capital económico, lo que pone en entredicho su autonomía, variable fundamental para evitar la violencia y discriminación por razones de género.
De acuerdo a datos del último Censo en Chile (2017), la población envejece y las zonas rurales no son ajenas a ello. La pirámide poblacional del sector se estrecha en sus bases debido, entre otras cosas, a la baja en las tasas de natalidad que se acerca a las urbanas y a las migraciones internas de generaciones jóvenes por trabajo y/o estudios. Si bien la población rural se concentra en el tramo de 45 a 60 años, la población de 65 años en delante se incrementa de manera sostenida respecto a mediciones anteriores.
El proceso histórico de especialización de las mujeres rurales en las tareas de cuidado las reubica en este nuevo contexto de envejecimiento de la población del sector. Sumidas a atender a la población dependiente, deben compatibilizar trabajo no remunerado y remunerado. Estudios de la última década afirman que el tiempo de trabajo no remunerado es mayor en las mujeres rurales que en sus pares urbanas. Cansancio y agotamiento se combinan con la necesidad de contar con redes de apoyo que ayuden a la realización del trabajo fuera del espacio doméstico. Las redes tienen también manos de mujeres, lo que continúa reproduciendo la feminización de las tareas de cuidado en el medio rural. La salida al mercado laboral que ya era precaria y flexible, se complejiza ahora en escenarios de cambio en la composición del hogar rural.
Otro elemento relevante a la hora de reflexionar sobre la condición de las mujeres rurales se refiere a los cambios en las jefaturas de hogar. La proporción de hogares con jefatura femenina en el área rural llega al 29,1%. Si se miran los ciclos censales desde el retorno a la democracia, se evidencia no sólo un aumento en el número de mujeres rurales a las que se les reconoce la jefatura de hogar, sino también su peso relativo en el conjunto de hogares de la zona. Esto se asocia a menores ingresos en el hogar y a un aumento exponencial en la responsabilidad sobre los cuidados de personas dependientes.
A pesar de los avances de las últimas décadas para las mujeres rurales en materia de acceso a educación e integración a los mercados laborales, resulta necesario y urgente volver a mirar las dinámicas, tensiones y cambios en la composición de los hogares rurales. De esta forma se visibilizan las nuevas y antiguas desigualdades que afectan a las mujeres del sector: los procesos de modernización rural en Chile han favorecido la reproducción de prácticas intergeneracionales que ponen a las mujeres en una situación desigual dentro y fuera del hogar.
La necesidad de cambios socioculturales es urgente. La redefinición de los patrones de cuidado y corresponsabilidad de quienes integran el hogar rural se deben orientar a lograr que las mujeres del campo tengan una efectiva autonomía, tanto a nivel económico, físico como en la toma de decisiones sobre sus propias trayectorias biográficas.