Años atrás, el narcotráfico parecía desarrollarse de manera soterrada ante la sociedad, pero hoy tiene otro cariz: a plena luz del día, las manifestaciones del poderío narco se dejan notar con crímenes de alto impacto, ostentación de lujos y ritos mortuorios rimbombantes.
De las manifestaciones de esta cultura del narcomundo nos habla la investigadora chilena, con trayectoria profesional en México, Ainhoa Vásquez Mejías en su reciente libro Narcocultura (2024, Paidós)
La también autora de No mirar: Tres razones para defender las narcoseries y Feminicidio en Chile: Una realidad ficcionada, lleva más de diez años trabajando en temas vinculados a la narcocultura y la violencia de género; por eso parte su nueva publicación aclarando y diferenciando conceptos como narconarrativas, narcoficciones y narcocultura: “Este libro es una narconarrativa sobre la narcocultura que enfatiza sobre esta masculinidad hiperviolenta del macho en precario” (con énfasis en Chile y México)
En el programa Frecuencia Pública, Ainhoa Vásquez explicó que en esta masculinidad conflictuada “el macho en propiedad no es tan peligroso como el macho en precario. Porque el macho en propiedad sabe que puede hacer y que no puede hacer, y también tiene rasgos más o menos positivos como es paternalista, cuida a los suyos. En cambio, un macho en precario es alguien que tiene que estar constantemente demostrando que es lo suficientemente macho como para entrar en el colectivo masculino, constantemente está mostrando esta fuerza, esta violencia (...) es una performance de la masculinidad”.
Refiriéndose al aspecto demográfico de la narcocultura, la investigadora sostuvo que “a quienes vemos como carne de cañón del narco son los jóvenes, jóvenes precarizados en todos los sentidos. Yo creo que como sociedad, no solamente chilena sino que como latinoamericana, le debemos mucho a los jóvenes, los hemos estigmatizado, los hemos criminalizado”.
“Al entrar a estos colectivos del crimen, los jóvenes están solventando muchas carencias. No es solo lo económico, generalmente vienen de familias bastante destruidas, de problemas sociales, de esta estigmatización, marginalización, son segregados constantemente por la edad, por la condición económica. Entonces, el narco lo que les da es una fraternidad, un colectivo donde ellos se sienten importantes y se sienten vistos, reconocidos” agregó Ainhoa Vásquez.
Al hablar de la exposición mediática, sobre todo la que recogió en su momento el llamado Blog del Narco en México, Vásquez recordó que “lo peor de todo es que la prensa empezó a tomar estas imágenes también, la prensa mexicana empezó a replicarla y, entonces, ya era una cosa imposible que dejaras de verlo. Nosotros como ciudadanos de a pie estábamos todo el día expuestos a esta violencia, a los decapitados, a los desmembrados, a la gente colgando en los puentes”.
En tres grandes capítulos (El espectáculo de la virilidad, Prácticas y ritos en la narcocultura; y Vulnerabilidad y fugas en un narcomundo de machos) la autora despliega una contundente bibliografía académica, datos de prensa e historias relacionadas con los cambios en los perfiles de los principales líderes (mujeres también, aunque excepcionales) de los diversos cárteles de Latinoamérica, todo con una pluma cercana y amigable dentro de lo que permite la violencia propia de la temática.
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