La situación de revuelta social y política en Francia -a raíz de la muerte de Nahel, 17 años, ocasionado por el disparo de una agente de policía por no someterse a un control, el martes 27 de junio pasado- convoca una serie de representaciones, tanto históricas como culturales y fílmicas, para pensar la relación entre los suburbios y la sociedad francesa. Desde una mirada retrospectiva, dos cineastas, Katell Quillévéré et Hélier Cisterne, han realizado su primera miniserie “Le Monde de Demain” (6 episodios, Netflix, 2022), que actualiza los suburbios y la contra-cultura como objetos seriales-, y podría ayudar a comprender una parte de una situación cíclica desde el final de los años 1970.
Nacida de la colaboración entre un canal de televisión (Arté), una plataforma (Netflix) y una productora de cine (Les films du Bélier), la serie aborda los primeros años del grupo Suprême NTM, pionero en las artes urbanas desde las periferias populares de París, en específico la Seine-Saint-Denis, y del hiphop en la región parisina.
Su influencia ha sido amplía tanto en Francia como en Europa o en Latinoamérica. La producción de la serie responde más bien a un momento específico de la historia francesa, en el que se reinvierte ampliamente el mundo del hip-hop como reflujo de su exclusión de la escena televisiva y cultural legítimo hasta la mitad de los años 1990 (“No lo cuentes a Nadie” -2021-, “Suprême” -2022-, “Vandals” -2021-, “Validé” -2020-, etc.). Otras maneras de observar el problema de inclusión, del mestizaje cultural y mixtura social, que la generación que creció con la cultura urbana se encarga de mostrar como si la industria de la ficción se encontrara en deuda con otro espacio de cultura largamente despreciado.
“Le Monde de demain” hace la crónica del encuentro del dúo de rap, Kool Shen (Bruno Lopes) y JoeyStarr (Didier Morville), en el colegio de la cité Allende (típico de los suburbios rojos que recibieron el exilio chileno y cuenta con muchas plazas, estadios o colegios llamados Picasso o Allende).
La serie parte en 1983 con los primeros pasos de los dos raperos, que coinciden con la emergencia del deejaying en Francia (con el personaje real de Dee Nasty -Daniel Bigeault-), después de incursiones en el baile hip-hop (breakdance y smurf, como Actuel Force) y el grafiti (como Da Red Chiffons); en “las artes de la calle” como se clasifican allá -sin dejar de hacer problema precisamente por llevar la carga de cierto desprecio social, hacia una baja cultura-.
Una fortaleza de la serie es que guionistas y productores supieron terminar cuando el grupo se vuelve masivo (1991), sin entrar en las polémicas públicas que marcaron sus años activos y que son previas a la serie. Enfocarse en la formación de la banda así como la historia individual y colectiva de sus integrantes, ya comporta el riesgo de mostrar sus comportamientos, decisiones, intimidades, lo que la serie evita al adentrarse en la trayectoria de adolescentes con sus emociones propias. Con las figuras centrales del relato en vida, ya las críticas y los desmentidos no faltaron a esta compleja representación -o nueva presentación de sí-, en específico de parte de JoeyStarr.
Por esta razón, más que discutir del biopic de NTM como si fuera una cápsula temporal, que apuesta todo en la nostalgia, me parece interesante aquí buscar lo que nos dice la ficción del mundo popular periférico francés y cómo actualiza su historia.
Es más relevante aún que hay un preciso y cuidadoso trabajo de ambientación en la serie: el vestuario, la música, los sets (¡más de 80 en total!), incluso, los diálogos suenan a años 1980; sin olvidar que en términos estéticos, se reproduce el grano de imagen y sonido de esta década. Estos espacios y objetos, así como la misma imagen de la serie, son verdaderos lugares de memoria de la cultura urbana e hip-hop francesa. No son cápsulas, sino una actualización de esta historia desde el presente.
Esta ambientación, algo naturalista, permite también contextualizar el relato en relación con el trasfondo social de la época: violencias policiales, racismo y auge de la extrema derecha (incluso con la presencia de los grupos skinheads), los problemas de convivencia, específicamente vinculados a la segunda generación de migrantes y los suburbios de las grandes ciudades.
Se hacen guiños a varios eventos políticos como el asesinato por la Policía de Malik Oussekine (abordado en la serie El caso Oussekine, 2022), la revuelta en Vaux-en-Velin de 1990 (en la perifería de Lyon) y se problematiza particularmente las masculinidades de los subordinados. A la vez, las tensiones sociales responden a una situación de pobreza y precariedad que se vincula con la des-intermediación, desescolarización, cesantía, desafiliación, abandono del Estado; y se manifiesta también en las relaciones de género y las violencias intrafamiliares.
En este sentido, lo que se vislumbra en la serie es cómo se levanta un movimiento que cuestiona los problemas de mixtura social al mostrar la creación de nuevos códigos que se apropian de una cultura importada y reivindican un territorio propio.
El rap se vuelve un mensaje político que expresa la rabia de una rebeldía juvenil dispuesta a todo para simplemente existir. “Le Monde de Demain” nos muestra esto, el surgimiento artesanal de un movimiento y una cultura, que canaliza el ardor por salir adelante, para hacerse un espacio en una sociedad donde no lo hay para estos jóvenes y, también, convertirse en voceros de los suburbios y sus luchas. Un proceso de construcción de visibilidad.
En este sentido, referencia el surgimiento de otra manera de practicar la política en los suburbios periféricos, que reivindica una experiencia propia ante la fuerza del silencio impuesto. Así, el hip-hop se vuelve una denuncia enraizada en las relaciones sociales y políticas de estos territorios y su comunidad de experiencia.
Treinta años después, el hiphop se ha vuelto la cultura popular dominante, en específico en la industria musical, pero la situación social y política empeoró. Se vislumbra en la serie la recuperación capitalista del movimiento de parte de grandes sellos discográficos e intentos para “limpiar” el mensaje.
De esta manera, la serie muestra un movimiento cultural emergente, captado por el proceso de acumulación, que desemboca en relaciones sociales y políticas que el telespectador de 2023 puede percibir como congeladas. Y se vuelve la historia, como en la recurrencia propia de las ficciones seriales: antes mismo de la muerte de Nahel, las críticas eran por maltratos y desvinculación del Estado con sus juventudes populares. Las élites y el Estado no miran su juventud a los ojos, como cantaba NTM.