El viernes 20 de mayo recién pasado, Netflix estrenó la tercera temporada de la antología de cortos animados “Love Death + Robots” (2019-). Producida por David Fincher (“Seven”, “Fight Club”, entre otras películas) y Tim Miller (“Deadpool”), la serie de ciencia ficción muestra mundos característicos de amplios y profundos avances tecnológicos, estéticas futuristas, relatos distópicos, abordando el fin del mundo al problematizar la idea de eterno retorno.
Lo hace desde distintas temáticas, con humor (“Los tres robots”, “Ratas de masón”), poesía (“Buena cacería”, “Noche de pesca” o “Hielo”) y de manera cruda, incluso macabra. Ya desde su introducción genérica, nos recuerda a otra antología ya clásica de la ciencia ficción, Black Mirror, la que se sumerge en mundos similares, pero en un formato de mayor duración –unos 60 minutos en promedio–, donde la idea predominante se encuentra en el placer y malestar que nos genera aquel espejo negro que encontramos en cada pared, escritorio y en la palma de nuestras manos.
Un capítulo destaca particularmente a nuestros ojos: “Piezas únicas” (9 minutos, episodio 14, primer volumen), adaptación de la novela corta de ciencia ficción Zima Blue del escritor, astrónomo y astrofísico – ex intregante de la Agencia Espacial Europea – Alastair Reynolds (2005). La estética, marcada por este azul de piscina “Zima Blue” tan específico, su contraste con el color negro brillante, pinturas digitales del cosmos, así como perspectivas forzadas, dibujos angulosos y diseño futurista muy típicos de Robert Valley, el director, hace entrar en la poética de un mundo del mañana pero con guiños retro, cubistas e incuso constructivistas. Un ejemplo de esto, es que en esta apropiación animé, el personaje central termina pareciéndose a la artista de disco e ícono visual de a fines de los ´70, Grace Jones.
Este cortometraje nos incentiva a tomar distancia sobre nuestro mundo. Tal como se lee en muchos textos de Alastair Reynolds, no estamos ante un mundo desvirtuado ni tampoco la tecnología es la salvación. Igual que en el otro capítulo que adapta otra novela corta de Reynolds (“Más allá de la grieta”), Zima Blue muestra un mundo tensado por la ambigüedad moral. Se desprenden en 9 minutos muchas interrogantes: ¿la vida puede ser espectáculo? ¿La muerte o la destrucción es el espectáculo último? ¿cuál es la consciencia de las máquinas y cómo se diferencian de la humanidad? ¿Qué es la felicidad y dónde se encuentra la verdad?
Después de 100 años sin hablar de manera pública, menos con prensa y medios, el artista interplanetario Zima Blue invita a la periodista Claire Markham, para revelar su historia y el sentido de su arte. En términos narrativos, hay un juego muy relevante. En voz en off, Claire es la narradora de la primera parte del corto, donde contextualiza la trayectoria de artista de Zima Blue, primero retratista para la población afortunada, antes de dedicarse a un arte interestelar al componer murales gigantescos que, entre cada estrella, esconde sin descansar preguntas sobre el sentido de la vida. Una manera de plantear que cada individuo es uno con el universo.
Es en este relato que descubrimos que aparece paulatinamente en las telas del artista un espacio cada vez más amplío del color zima piscina. Hasta que una tela de este solo color se considere el hito del período azul de Zima, reforzando las preguntas sobre el sentido que quiere transmitir el artista. Como si este color se interpusiera entre Zima y la sociedad, aunque el primero tampoco logre comprender de qué se trata.
En el momento del encuentro en la isla, Zima se vuelve el narrador. Todo el corto se tensa hasta el retorno al origen para entender el arte y al artista. Este segundo flashback pone en relato sus orígenes, su vida y sus distintas transformaciones: de máquina básica, simple a máquina compleja inteligente, a humanoide, incluso transhumano.
Y la búsqueda eterna de verdades que corresponde a cada etapa, abordando las clásicas preguntas de la ciencia ficción: ¿la acumulación de conocimiento y los avances tecnológicos, así como la iteración, transforman a las máquinas en seres vivos? ¿cómo podrían ganar autonomía y capacidad de tomar sus propias decisiones y dibujar sus propias estrategias?
En relación directa, describe de manera detallada en qué consistirá su última obra de arte y en qué debe interrogar al mundo. Una liberación interna en contra de la sociedad materialista, donde la búsqueda de la tecnología perfecta en este mito del progreso lineal, se ve enfrentado a una resistencia que intenta abrir esta caja negra impenetrable, o atrevesar el Black Mirror, y encontrar esa partícula elemental donde todo comienza, donde la sabiduría es poesía y eterno retorno.