En marzo de este 2024 fue lanzada la campaña de la Fundación Hijos y Madres del Silencio y la filial chilena de la agencia de publicidad Cheil, la cual consiste en la recopilación de fotografías de cuatro familias que denunciaron que sus hijos fueron robados durante la dictadura y llevados al extranjero para ser adoptados, creando un sistema de búsqueda usando la inteligencia artificial.
El objetivo de la campaña es tratar de visibilizar este crimen ocurrido en la dictadura de Pinochet y que utiliza recursos tecnológicos para ir en ayuda de los más de 20 mil niños y niñas que fueron secuestrados en el país en pleno régimen.
Para profundizar en esta problemática y la campaña, Mirna Schindler entrevistó a la vocera de la Fundación Hijos y Madres del Silencio, Ana María Olivares. “A partir del año 1973 comenzó una práctica sistemática donde todas aquellas mujeres que no eran el prototipo de familia ideal sufrieron el robo de sus hijos”, señaló.
“En la gran mayoría de los casos son gente pobre y si bien, no hay una práctica como en Argentina, lo que sí hay es un tema ideológico, ya que este régimen no quería seguir sosteniendo a niños en la pobreza. Muchos niñas y niños del sector indígena y rural”, agregó
Respecto al tema de la identificación de las niñas y niños, la vocera reveló que muchos de los relatos que recibieron por parte de las madres fueron dramáticos. “Son madres que nunca le vieron la cara a sus hijos. Es como estar buscando un hijo que no sabes dónde está y que nunca has visto”, señaló.
En cuanto a la búsqueda tecnológica de las personas, pasadas ya más de cuatro décadas, Ana María Olivares explica: “No solamente es buscar un rostro con otro rostro, es un prototipo creado con Inteligencia Artificial en base a una investigación de rasgos familiares y que permite componer la versión hombre y mujer para traerlo a la actualidad con la edad correspondiente. Eso se convierte en un streamer que permite a la familia iniciar la búsqueda”, precisa.
Cómo operaban estas salidas ilícitas, la vocera de la Fundación Hijos y Madres del Silencio relata que “había una política de adopción en los hogares de menores para familias vulnerables que dejaban a sus hijas e hijos. Ahí se planificaba la salida ilegal al extranjero, solo al cuidado de una azafata, quien llevaba a cuatro o cinco infantes. En las agencias extranjeras se tramitaba la adopción. No fue solo una práctica política contra los opositores, sino una dimensión social bastante fuerte. Fue como quitarle a las madres a sus cachorritos”.
Al finalizar, Ana María reflexiona y plantea que “hay madres que piensan que esto es una estafa. Porque cuando llegaban a los consultorios les decían que sus hijos nacieron muertos. Hay muchas mujeres que están en terapia sicológica hasta ahora. Y por el otro lado los hijos robados piensan que fueron abandonados, se criaron y llegan a adultos con estas historias. La mayor parte de la investigación revela que los padres adoptivos no sabían que eran robados. Los que lucraban eran los intermediarios que cobraban entre 5 a 30 millones de pesos por niño”.
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